Por las noches una vez se dormían los niños era cuando me dedicaba a hacer labores. En el silencio ya en la madrugada, escuchaba como un golpeteo continuado y como si arrastrasen pequeñas piedrecillas en el suelo, tic...,tic. Tic...tic; estos extraños ruidos me sobrecogían y hacían que me marchara a la cama.
Mis vecinas del piso de abajo se quejaban constantemente de que le aparecían en la bóveda del comedor unas manchas y me recriminaban que yo al fregar no recogía bien el agua, y que esta humedad al estar en contacto con los hierros del encofrado de la estructura del edificio se oxidaban. Yo me defendía de la mejor manera posible y quería que comprendieran que tanta agua no usaba para fregar como para que se calase el techo y que además procuraba quedar el suelo lo más seco posible, y sobre todo que como mi mesa camilla era muy grande y la tarima muy pesada, normalmente no fregaba a diario por debajo. Aun así, eran cada vez más numerosas las manchas, a las que no encontrábamos explicación.
Por problemas de salud tuve que estar fuera de casa más de un mes y cuando volví, ellas me pidieron disculpas toda vez que habían comprobado que a pesar de mi ausencia las manchas seguían aumentando; a esto tendríamos que buscarle una solución y para ello hicimos venir a un albañil el cual descubrió la bóveda y allí estaba el problema, se encontró con varias camadas de ratas que tenían sus nidos entre las bovedillas, le puso veneno y, el misterio quedó aclarado.
SONETOS PARA UN VIACRUCIS
Hace 5 semanas
Amgia Teresa:
ResponderEliminarMe gustan estas escenas cotidianas narradas con tanto encanto y sencillez, no sin un cierto tono de humor.
Enhorabuena, amiga.
Un abrazo, Antonia