miércoles, 19 de septiembre de 2012

La fiesta va a dar comienzo,
bullicio y algarabía.
En el cartel de la tarde
se anuncia buena corrida.

Iniciando el paseillo,
todos ellos se santiguan,
con la montera en la mano,
matadores y cuadrillas.

Al escuchar los clarines,
reina el silencio en la plaza,
ya asoman por los toriles,
los dos puñales de asta.

Recibe a portagallola
con el valor de su raza,
doblegándole al morlaco
sus acometidas bravas.

La arena viste de oro,
la aficción enardecida
aplaudiendo las verónicas,
tambien las manoletinas.

Olés, música y aplausos.
Los mantones de Manila
dan colorido a la tarde
y esplendor a la corrida.

Al cambiarse de tercio
la tragedia está servida,
enfrentandose a la suerte,
hombre y fiera, las dos vidas.

(Mas ha de morir el toro
según lo manda la lidia)

Si la estocada es certera,
al aire, pañuelos blancos,
piden a la presidencia
le den orejas y rabo.

Baja el sol por su pendiente,
ya gime el coso vacío,
donde dejó su nobleza
aquél torito bravío.

Este poema se me publicó en la revista que  la Peña Taurina Luis Reina de Almendralejo, editó el 15 de Septiembre de 2008.