jueves, 30 de septiembre de 2010

NO HAN DE VOLVER


Ya ves, al fin y al cabo
la infancia deja surcos
por los que transitar continuamente.
MARIO CUENCA SANDOVAL


Era costumbre que el día dos de noviembre después de visitar el cementerio, la chiquillería nos desplazáramos a la cercana finca "Los Quintos" a coger unas bellotas que por estas fechas de otoño empezaban a estar maduras.

Nos exponíamos a que nos viera el guarda y a la consiguiente regañina, y en esta ocasión asi ocurrió, lo vimos acercarse montado en su caballo,instándonos a que no cojieramos bellotas porque todavía no estaban bien hechas y podrían hacernos daño.


Tal vez para intimidarnos espoleó el caballo y no se que se me infundió aquello, me pareció ver al ángel que expulsó a Adán y Eva del paraíso.


"Pies para que os quiero".Tropiezo, me caigo, tiro las bellotas que tenía en las manos, de momento me sale un gorullo en la frente que parecía un huevo de pava; los niños me ayudan a levantarme me limpio la tierra de los rasguños; el guarda que llega, yo llorando si tenía que llorar le juraba que no había sido.


Dice José, - andar llevarla a su casa y que le ponga su madre una perra gorda en el chinchote.


¡Haber, una perra gorda! ese el problema, ahora es cuando mi madre se enterará de mis correrías y me saldrá otro gorullo en cierta sea la parte.


Segura..., pero bien segura estoy de que por muchos años que viva, no iré a ese lugar a buscar bellotas"PORQUE MIS CATORCE AÑOS NO VOLVERÁN".

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